Siempre sentí desagrado, temor y aprensión al entrar a una funeraria.
Esquivo velorios, sepelios y demases vinculados a los servicios fúnebres, con las más variadas excusas y objeciones.
Aunque los funebreros, para ser sincero, me caen simpáticos, bueno, solo a veces…
Esquivo velorios, sepelios y demases vinculados a los servicios fúnebres, con las más variadas excusas y objeciones.
Aunque los funebreros, para ser sincero, me caen simpáticos, bueno, solo a veces…
Pero ahora es una agradable noche de sábado y como en tantas otras veces entro al Sportivo Teatral y mientras lo recorro, con el infaltable vaso de vino tinto, renuevo la sensación de familiaridad, de rincón barrial, de territorio conocido.
Los espacios, las fotos, el patio, pispiar por ventanas y puertas entreabiertas, detenerme en la cocina, descubrir en las fotografías de la pared caras conocidas, sensaciones renovadas de las obras ya vistas, emergiendo desde esa nostalgia tan barriotera. Eso es el Sportivo Teatral para el planeta de mis sensaciones.
Cuando dan sala, hay que ingresar casi esquivando una camilla donde yace un cuerpo cubierto con una sábana y del que asoman apenas sus zapatos y nuevamente está acá mi aprensión funeraria.
A partir de ese instante la Funeraria Ricci, perdida en algún paraje desolado y fronterizo, se convierte en una desopilante sucesión de acontecimientos absurdos, tenebrosos y altamente risueños.
El enredo de sus personajes, los funebreros y la familia del difunto, confluyen para convertir la sombría tristeza de la muerte y el lúgubre espacio de La Funeraria en un estallido de risas e histrionismo.
Martín Otero y Bernardo Cappa escriben una dramaturgia precisa, que va escalando en la medida que se devela la historia desopilante de estas “animas vivientes”.
María Cristina Blanco, Estefanía D’Anna, Mariano Gonzalez, Sebastián Mogordoy, Fernanda Penas, Fabricio Rotella; con sus actuaciones desenfadas y eclécticas, componen personajes disparatados y absurdos, al mismo tiempo que tan terriblemente parecidos a conocidos reales. Interpretaciones precisas, potentes al servicio de una historia que crece con ellos.
El ritmo no se detiene ni aún al final de la obra, cuando de los aplausos y saludos, salgo de la sala con la sensación de que voy a tropezarme con un ataúd, una camilla o los restos de una corona destrozada de risa.
Hay que ir al Sportrivo Teatral, hay que ver “La Funeraria” para descubrir que velorios – velorios, son otra cosa.
Luis María Palacios
Los espacios, las fotos, el patio, pispiar por ventanas y puertas entreabiertas, detenerme en la cocina, descubrir en las fotografías de la pared caras conocidas, sensaciones renovadas de las obras ya vistas, emergiendo desde esa nostalgia tan barriotera. Eso es el Sportivo Teatral para el planeta de mis sensaciones.
Cuando dan sala, hay que ingresar casi esquivando una camilla donde yace un cuerpo cubierto con una sábana y del que asoman apenas sus zapatos y nuevamente está acá mi aprensión funeraria.
A partir de ese instante la Funeraria Ricci, perdida en algún paraje desolado y fronterizo, se convierte en una desopilante sucesión de acontecimientos absurdos, tenebrosos y altamente risueños.
El enredo de sus personajes, los funebreros y la familia del difunto, confluyen para convertir la sombría tristeza de la muerte y el lúgubre espacio de La Funeraria en un estallido de risas e histrionismo.
Martín Otero y Bernardo Cappa escriben una dramaturgia precisa, que va escalando en la medida que se devela la historia desopilante de estas “animas vivientes”.
María Cristina Blanco, Estefanía D’Anna, Mariano Gonzalez, Sebastián Mogordoy, Fernanda Penas, Fabricio Rotella; con sus actuaciones desenfadas y eclécticas, componen personajes disparatados y absurdos, al mismo tiempo que tan terriblemente parecidos a conocidos reales. Interpretaciones precisas, potentes al servicio de una historia que crece con ellos.
El ritmo no se detiene ni aún al final de la obra, cuando de los aplausos y saludos, salgo de la sala con la sensación de que voy a tropezarme con un ataúd, una camilla o los restos de una corona destrozada de risa.
Hay que ir al Sportrivo Teatral, hay que ver “La Funeraria” para descubrir que velorios – velorios, son otra cosa.
Luis María Palacios
La Funeraria
de Bernardo Cappa, Martín Otero
Dramaturgia: Bernardo Cappa, Martín Otero
Actuan: María Cristina Blanco, Estefanía D’Anna, Mariano Gonzalez, Sebastián Mogordoy, Fernanda Penas, Fabricio Rotella
Asistencia general: Fredo La Torre, Clara Seckel
Dirección: Bernardo Cappa, Martin Otero
Sportivo Teatral
Thames 1426 Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 4833-3585
Web: www.sportivo-teatral.blogspot.com
Entrada: $ 30,00 y $ 20,00 - Viernes - 22:00 hs.
Información técnica extraída de Alternativa Teatral: http://www.alternativateatral.com/
de Bernardo Cappa, Martín Otero
Dramaturgia: Bernardo Cappa, Martín Otero
Actuan: María Cristina Blanco, Estefanía D’Anna, Mariano Gonzalez, Sebastián Mogordoy, Fernanda Penas, Fabricio Rotella
Asistencia general: Fredo La Torre, Clara Seckel
Dirección: Bernardo Cappa, Martin Otero
Sportivo Teatral
Thames 1426 Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 4833-3585
Web: www.sportivo-teatral.blogspot.com
Entrada: $ 30,00 y $ 20,00 - Viernes - 22:00 hs.
Información técnica extraída de Alternativa Teatral: http://www.alternativateatral.com/
Las Fotos utilizadas son de Clara Muschietti
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