jueves, 16 de septiembre de 2010

Ella

El cuaderno rojo, es un libro de tapa amarilla, con una sugerente ilustración.

El tipo de camisa verde lo lleva en su mano, junto a un cuaderno azul, que en el espiral atora una lapicera negra, rústica y cansada.

El vagón está lleno de apresuramientos e incomodidades.

El tipo de camisa verde, con un desgastado jean que alguna vez fue negro, esgrime contra el pecho su atavío literario.

Baja del subte desorientado, mientas mira carteles y se confunde más.

Una música difusa parece salir de los destartalados parlantes, diría que es Imitation of life de REM, pero el pastoso sonido impide cualquier conjetura.

Camina unos pasos con la indecisión latente, en medio del aire espeso y oloroso. Avanza.

Inesperadamente la ve a ella, se apura, se alivia, la mira nuevamente, se apresura aun más… sonríe.

Repentinamente, El cuaderno rojo se desploma, en cámara lenta, cae hacia el piso. Se da cuenta, se fastidia, regresa tres pasos, lo recupera con enfado…
Se vuelve, ahora corre… la busca a ella.

Ella ya no está… en ninguna dirección posible… se ha ido… ¿o jamás estuvo?... Yo la vi… la vi?

Llega otro subte.
La multitud apresurada lo empuja, lo lleva, lo incomoda y lo entrega a pasos del molinete.

Pasa del otro lado de la frontera y descubre que por fin sabe a donde ir, aunque no sepa donde queda.

Lo pierdo en la multitud cuando insólitamente alza la vista, por sobre todos los cabezas y la ve a ella.

Nuevamente a ella que escapa o se refugia… nunca los sabré… así se fue.


Salgo del subte, en medio de la mañana iluminada por el calor cercano al mediodía, busco una librería, necesito El cuaderno rojo, quiero leerlo.

Intuyo, imagino, presiento conexión entre lo vivido y los relatos contenidos de Paul Auster, aunque tan solo sea una evocación, perdida en la neblina de mi precaria memoria

Agotado lo encuentro en una superpoblada mesa de Calle Corrientes.

Mientras afuera se debate el tráfico y el apresuramiento, en la desértica librería avanza la tarde con parsimoniosa letanía.

Un solo libro asoma, no veo otros, Paul Auster “El Cuaderno Rojo”… lo compro usado hasta en el precio.
Llego al bar con todas las urgencias de un día despoblado hasta la noche.

Cuando el mozo se pierde con mi pedido hacia la cocina, descubro que en la música funcional del bar suena Imitation of life de REM, sonrió por la coincidencia, con El cuaderno Rojo en mi mano.

Paso la tapa amarilla y en esa primer hoja vacante y desolada de todos los libros… escrito con un lápiz que agoniza y se desvanece, alcanzo a leer:

“ELLA esta aquí!!!”…
















Luis María Palacios

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